“Lo que importa no es cambiar de amo, sino dejar de ser perro”

Ricardo Guillén Memije

 

Frase que le es atribuida al filósofo y escritor francés Alphonse de Lamartine. Lamartine fue una figura prominente del Romanticismo en Francia durante el siglo XIX y también incursionó en la política, siendo una voz destacada en la Revolución de 1848 en Francia.

Aunque es conocido principalmente por sus obras literarias, también dejó una serie de reflexiones políticas y sociales que continúan siendo citadas y debatidas hasta el día de hoy.

Luego entonces la frase en comento nos invita a reflexionar sobre la importancia de la autonomía y la superación personal, sin embargo dicha postulación también puntualiza que muchos ciudadanos culpen e incluso responsabilicen a sus respectivos gobiernos de la totalidad de sus calamidades personales, como resultado de las decisiones implementadas a través de las políticas públicas; sin embargo el encono social permanece pasivo y en la interioridad individual; pero muy pocos trasmutan su inconformidad en acciones de democracia participativa contundentes.

2024 se vislumbra como un momento trascendental en la historia política mundial, con una convergencia sin precedentes de elecciones en más de 60 países. Este fenómeno masivo representa no sólo un ejercicio democrático sin igual, sino también una oportunidad para fortalecer los cimientos de la democracia a nivel global.

Una de las virtudes más destacadas de este año electoral es la participación ciudadana masiva que se podría suscitar. Con alrededor de 2,000 millones de votantes estimados, este super año electoral refleja una oportunidad global  “Sine qua non”. La participación activa es esencial para el funcionamiento saludable de la democracia, ya que permite que la voz de los ciudadanos sea escuchada y sus preferencias sean reflejadas en la arena política.

Tal es el caso de América Latina que asume un rol significativo con elecciones presidenciales y legislativas en varios países, destacando a nivel global las elecciones presidenciales en Estados Unidos (donde en medio de confrontaciones ideológicas extremadamente polarizadas y amenazas de crisis política definirán el rumbo de dicha potencia mundial en su proceso de transformación); asimismo en México, dos mujeres compiten por la presidencia (situación que representa el desplome de un anquilosado hito machista); y en Venezuela, con Nicolás Maduro buscando un tercer mandato en medio de una crisis política y económica (escenario que determinará el futuro político nacional y la consolidación gubernamental).

Por otro lado en Asia, África y Europa (donde las elecciones parlamentarias estarán marcadas por el aumento del nacionalismo y la preocupación por cuestiones como la inmigración y la inflación) deriva en que los procesos electorales resultarán extremadamente cruciales; sobre todo para países como India, Irán y Rusia enfrentando desafíos políticos internos y externos; especialmente como el conflicto entre Rusia y Ucrania y la guerra entre Hamás e Israel en la Franja de Gaza.

La presencia de elecciones en países con diversas realidades sociopolíticas permite que una amplia gama de perspectivas y experiencias sean consideradas en la toma de decisiones.

La diversidad ideológica en los gobiernos del mundo no solo es esencial para garantizar una representación equitativa de las diferentes visiones políticas, sino que también promueve la tolerancia y la inclusión social. Esto contribuye a una representación más equitativa en los gobiernos y promueve la inclusión de grupos históricamente marginados en el proceso político.

El mundo está en constante evolución y cada vez más polarizado, los desafíos que enfrentamos como sociedad también cambian con el tiempo, esta capacidad de encontrar puntos en común y trabajar juntos hacia objetivos compartidos es fundamental para fortalecer la cohesión social y promover la estabilidad democrática.

La rotación de liderazgos en diferentes naciones puede introducir nuevas ideas y enfoques en la gestión gubernamental, lo que conduce a un ambiente político más dinámico y adaptado a las necesidades cambiantes de la sociedad.

Además, la diversidad de contextos políticos y sociales permite la expresión de una amplia gama de ideas y perspectivas, enriqueciendo así el debate democrático y promoviendo la innovación política. Este cambio de ideologías no solo enriquece el debate político, sino que también garantiza que las políticas públicas aborden las necesidades y preocupaciones de una sociedad cada vez más diversa y pluralista.

Aunque es crucial que los gobiernos sean capaces de adaptarse a estas necesidades cambiantes y responder de manera efectiva a los problemas emergentes, toca a las sociedades ser políticamente activas para alzar la voz y hacer que sus gobernantes les escuchen irremediablemente. El relevo de ideologías en los gobiernos del mundo puede facilitar esta adaptación al promover nuevas ideas y enfoques innovadores para abordar desafíos complejos como el cambio climático, la desigualdad económica y la justicia social.

Como es sabido una de las piedras angulares de la democracia es la capacidad de los ciudadanos para elegir representantes que reflejen una amplia gama de visiones y valores.

Empero la responsabilidad ciudadana requiere ir más allá como lo señala Dahl al advertir: “Democracy is a way of selecting government, not a way of organizing government.” Por lo que al decir que “La democracia es una forma de seleccionar el gobierno, no una forma de organizarlo” nos está enfatizando la idea de que la democracia se refiere principalmente al proceso de elección de líderes y representantes, situación que no garantizan la gobernanza, ni la gobernabilidad, ni mucho menos el tan anhelado cambio social. Así mismo Daniel Bell a través de su obra “El fin de las ideologías” señala como tema central que “En la era moderna, las ideologías políticas tradicionales están siendo reemplazadas por un pragmatismo político centrado en la eficiencia y la resolución de problemas concretos.”

Por tal razón esta oportunidad quizás irrepetible de reajuste del mapa ideológico en los diversos gobiernos del mundo en el año 2024 no solo es un símbolo de la vitalidad de la democracia global, sino también una oportunidad para impulsar un cambio positivo y significativo en nuestras sociedades. Este fortalecimiento de la conciencia política puede conducir a una mayor participación cívica y a una ciudadanía más informada, exigente y comprometida.

En una democracia, el poder político no se debe concentrar en manos de una sola persona o grupo, sino que se distribuye y se equilibra mediante mecanismos como la separación de poderes, la rendición de cuentas, la participación ciudadana y el imperio de la ley.

Sin embargo esta gran responsabilidad no debe culminar en las urnas; como manifiesta en su obra “Democracy and Its Critics”,  Robert A. Dahl señala:  “To reject democracy is to reject the necessary limitations on political power.” Al afirmar que “rechazar la democracia es rechazar las limitaciones necesarias al poder político”, Dahl está argumentando que la esencia de la democracia radica en la idea de que el poder político debe estar sujeto a restricciones y controles.

Ya que al rechazar la democracia, se está rechazando la idea de someter el poder político a esas limitaciones y controles necesarios para garantizar la libertad, la igualdad y la justicia para todos los ciudadanos. Por todo ello, la democracia participativa requiere hacerse presente de modo que quien gobierne no se convierta en arbitrario o tiránico.

En este año electoral sin precedentes, para lograr ese cambio que todos anhelamos tocará a cada elector en el mundo aportar su granito de arena para iniciar el cambio desde su trinchera individual y con ello construir un mundo mejor para las generaciones venideras.

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