Las autoridades, grupos organizados y sociedad en general ha caído en el círculo vicioso: reconstruir infraestructura turística-promoción-fenómenos naturales-reconstruir infraestructura. Dejando de lado el factor humano, no hay un solo anuncio de inversión para la creación de refugios y albergues realmente seguros, y no las canchas o edificios de escuelas, que ya comprobado que son rebasados ante el tipo de contingencia que ahora se viven.
En los últimos diez años Acapulco ha tenido huracanes como Otis, John, Manuel e Ingrid, terremotos como el del 21 y temblores como el del 17… y aún así no aprendemos.
Esto es como las enfermedades, lo primero que se tiene que hacer es reconocer que estamos enfermos. Y eso debe entenderse aquí. Acapulco es un lugar de riesgo y como tal debe planear su desarrollo y seguridad ciudadana.
Nadie debe espantarse por ello. Hay muchas ciudades en el mundo que están en las mismas condiciones, la diferencia es que atienden con sensibilidad los hechos y actúan en consecuencia. Esto va desde la obligatoriedad de que la prevención viene desde los hogares, sitios de residencia como hoteles en el caso de Acapulco, hasta la generación de políticas públicas que destinen recursos hacia la construcción de sitios altamente seguros, para que cuando se presenten los casos extremos, los habitantes y turistas puedan ir a refugiarse.
Ya van a cumplirse dos años del Otis, el tiempo pasa volando, de igual forma estamos dejando pasar años sin que se presione para crear esos refugios y albergues seguros. Ahí queda, para que pase otro año más y se siga en la vulnerabilidad.