Un sueño cumplido, trece abrazos y una vida que inspira. Alma Peñaloza festeja su Doctor Honoris Causa

Por Edarty Ramírez

Dentro del privado del restaurante Carmenere, a media tarde, las emocionadas amigas de Alma Rosa Peñaloza Salgado la esperaban. No la habían visto y, hace poco, el 21 de mayo, recibió el más grande mérito que una institución podría ceder a una persona: el reconocimiento por su trayectoria profesional, ética y valores, un Doctorado Honoris Causa.

Trece amigas la recibieron entre aplausos y admiración, mientras Alma entraba por la puerta. Ella correspondió con una sonrisa, saludos y abrazos. Besó a cada una antes de sentarse a su lado para iniciar sus ricos aperitivos.

Entre plática y plática, comentó que este honor fue inesperado, que sus amigos la propusieron ante el honorable consejo del Claustro Doctoral Honoris Causa y que, con voto unánime, recibió su aceptación.

De nuevo, los aplausos. De nuevo, la alegría.

Y Alma se emocionó, para dar paso a contar su vida, una llena de retos y sacrificios. Casada desde temprana edad con su amado esposo, Samuel Reséndiz Nava, tuvo que dejar la universidad para dedicarse a su familia, que en poco tiempo creció a seis con la llegada de Samuel, Emanuel, Josué y Max Eduardo. De pequeños, como todos los niños, necesitaban la devoción de una figura materna que los adoraba y amaba con su alma.

Trató de regresar a la licenciatura en Administración de Empresas, pero no pudo, hasta que, siendo ellos más crecidos y con conciencia digna de un adulto, le pidieron a su madre que comenzara a vivir su vida, porque ellos podían, al fin, cuidarse.

Con miedo, lo intentó. Se graduó. Y por más de 40 años reafirmó su compromiso con el desarrollo de Guerrero, impulsando el emprendimiento femenino en el estado, liderando la Asociación Mexicana de Mujeres Empresarias (AMEXME) y llevándola al reconocimiento nacional. Sus logros fueron muchos: apoyó en la recuperación tras el huracán Otis y casi igualó la presencia de mujeres en las pequeñas y medianas empresas, por mencionar algunos. Actualmente funge como vicepresidenta nacional en la asociación que la albergó.

Y fue así que, el pasado 21 de mayo, dentro del auditorio de la UNAM, junto con más de diez honorarios, entre ellos varios más de AMEXME, recibió su logro frente a su familia en reconocimiento a su excelencia profesional y notable contribución al desarrollo del país a través de su aporte social, profesional y cultural . En un minuto dijo lo que su corazón sentía al ser llamada a recibir el reconocimiento. Con humildad, agradeció a su esposo y a sus hijos por ser sus pilares, a sus amigos por nunca traicionarla, pero sobre todo, agradeció a Dios, que nunca la desamparó.

—Una ley divina: siembra y cosecha —finalizó Alma con lágrimas en los ojos.

Y sus amigas le brindaron algunas palabras:

—El éxito te lo mereces —le afirmaron—. Has luchado contra el prejuicio, la falta de tiempo, y con ello has formado lazos que perpetúan en la gloria.

Brindaron. Charlaron del pasado, del presente y del futuro. Rememoraron anécdotas y se divirtieron. Y celebraron no solo el reconocimiento de Alma, sino el valor de la amistad que sobrevive a los años, al silencio y a la distancia.

Y mientras el atardecer caía tras los ventanales del restaurante, quedó en el aire una certeza compartida: cuando una mujer avanza, con ella caminan muchas otras.