Turismo sostenible y comunidad: el futuro que debemos construir | Propuestas y Soluciones

“El turismo es como el fuego: puede cocinar tu cena o quemar tu casa.” – Proverbio chino

Jorge Laurel González

Cuando hablamos de turismo, solemos pensar en hoteles llenos, playas vibrantes y restaurantes repletos de comensales. Pero el verdadero éxito de un destino no puede medirse solo en cifras. La prosperidad turística debe reflejarse también en las calles, en los mercados, en la calidad de vida de la gente que habita el lugar. Si el beneficio no se distribuye, tarde o temprano se resquebraja el modelo.                                 Acapulco tiene la oportunidad de convertirse en un ejemplo de turismo sostenible, y eso implica entender que la comunidad local debe ser protagonista, no espectadora. El turismo no puede construirse contra la gente, ni al margen de ella. Cada proyecto debe pensarse con la mirada puesta en quienes aquí vivimos y trabajamos.                                                                                                                                          El mundo vive una transformación. Cada vez más personas buscan destinos que respeten el medioambiente, cuiden sus recursos y valoren su cultura. Son turistas dispuestos a pagar un poco más si saben que su dinero se traduce en empleos dignos, conservación ambiental y respeto por las tradiciones.             Acapulco tiene con qué responder a esta tendencia: una riqueza natural inigualable, una gastronomía auténtica y una comunidad orgullosa de su identidad. Lo que falta es articular estos elementos en un modelo que garantice que los beneficios sean compartidos y que el desarrollo no signifique depredación.                En mi experiencia como empresario hotelero y restaurantero, he comprobado que el turismo funciona mejor cuando se hace en alianza con la gente. No basta con que un visitante disfrute de una gran estancia si la población local no percibe mejoras en su vida cotidiana. El riesgo, entonces, es que surja lo que en Europa ya llaman turismofobia: el rechazo social hacia los visitantes por percibir que no dejan nada positivo.                                                                                                                                        Para evitarlo, necesitamos políticas claras: capacitación para jóvenes locales, incentivos al emprendimiento turístico comunitario, rescate y promoción de festividades tradicionales, programas de conservación de nuestras playas y montañas. Cuando la comunidad se siente parte del proyecto, el turista recibe una experiencia más genuina, más cálida y más memorable.

El turismo sostenible no es una moda; es la única manera de garantizar el futuro. Porque de nada sirve llenar hoteles hoy si mañana carecemos de playas limpias, agua suficiente o un entorno social en armonía. Apostar por la sostenibilidad es, en última instancia, una inversión en nuestra permanencia como destino.                                                                                                                                            El camino no será fácil, pero la recompensa lo vale: un Acapulco donde turistas y residentes se miren con respeto mutuo, donde cada llegada de visitantes signifique también desarrollo local y donde el orgullo de ser anfitriones se viva en cada rincón.                                                                                                                                      Como bien reza un antiguo proverbio indígena: “No heredamos la tierra de nuestros antepasados, la tomamos prestada de nuestros hijos.” Esa verdad, sencilla y poderosa, debería guiar cada decisión que tomemos en torno al turismo. El futuro de Acapulco no se trata solo de atraer más visitantes, sino de asegurar que las próximas generaciones encuentren aquí un lugar próspero, vivo y auténtico.                       El turismo sostenible, además, abre la puerta a nuevas oportunidades de negocio. Hoy vemos cómo crece la demanda de experiencias auténticas: recorridos guiados por pescadores locales, talleres gastronómicos con cocineras tradicionales, visitas a comunidades artesanas que comparten su historia y su creatividad. Estos productos, bien estructurados y comunicados, enriquecen la oferta turística y generan ingresos directos para quienes antes quedaban al margen de la industria.        El visitante que se lleva una experiencia genuina suele convertirse en el mejor embajador de un destino. Hablará de nosotros con emoción, recomendará el puerto a sus amigos y regresará con la certeza de que aquí encontró algo más que un viaje: encontró conexión, pertenencia y memoria. Esa es la ventaja del modelo sostenible: fideliza no solo por el servicio, sino por el impacto positivo que el turista percibe y valora.                                                                                                                                            El gran reto de Acapulco es entender que la sostenibilidad no es un accesorio, sino el corazón del turismo del futuro. Cada decisión de planeación, cada inversión, cada estrategia de promoción debe preguntarse: ¿cómo beneficia esto a la comunidad?, ¿cómo cuida nuestros recursos?, ¿cómo fortalece nuestra identidad? Solo así lograremos un equilibrio real entre economía, sociedad y medioambiente.        Recordemos que solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.

JLG