Recetar viajes: salud pública, economía y sentido común” | Propuestas y Soluciones

Jorge Laurel González

“Viajar y cambiar de lugar otorgan nuevo vigor a la mente.”Séneca

Suecia acaba de dar un golpe maestro de comunicación y de política pública simbólica: su organismo de promoción turística lanzó The Swedish Prescription, una iniciativa que invita a médicos de diversos países a prescribir estancias en Suecia para aprovechar sus experiencias restaurativas, desde el sauna con chapuzón frío hasta caminatas por bosques y archipiélagos, como coadyuvantes de la salud física y mental. No es, estrictamente, una ley sanitaria que reembolse viajes, sino una alianza con profesionales de la salud que legitima el viaje como herramienta de bienestar, apoyada en evidencia y en la larga tradición sueca de “actividad física con receta” (FaR).      Más allá de la brillantez de la campaña, el fondo es serio: viajar activamente (caminar, pedalear, sumergirse en naturaleza y cultura) reduce estrés, mejora el ánimo, regula el sueño y tiene efectos cardiovasculares y metabólicos medibles. La literatura sobre “green/social prescribing” (derivar a actividades en naturaleza y comunidad) ya es robusta en Europa, con programas del NHS en Inglaterra, y hallazgos que muestran mejoras significativas en salud mental. El viaje, entendido como desplazamiento significativo y activo, es una extensión lógica de esa receta verde.           ¿Deberíamos replicar algo similar en Estados Unidos, Canadá, México y otros países europeos? Mi respuesta es sí —con matices— y por tres razones:                                                                            Salud pública: La medicina de estilo de vida funciona mejor cuando la adherencia es alta. Pocas intervenciones son tan motivadoras como planear y vivir una experiencia de viaje con propósito: caminar un sendero costero, visitar museos, o sumarse a rituales de bienestar locales (del temazcal al baño sauna). En Norteamérica ya hay precedentes formales: ParkRx en EE. UU., respaldado por el Servicio de Parques Nacionales, y PaRx en Canadá, que incluso permite a médicos prescribir pases de Parques de Canadá para derribar barreras de acceso.                                       Desarrollo económico regional: Una receta de viaje, bien diseñada, desestacionaliza la demanda, distribuye el flujo turístico hacia destinos secundarios, beneficia a PYMES y genera empleo local. Suecia lo entendió: el mensaje sanitario multiplica el alcance del mensaje turístico. En Bruselas, por ejemplo, se ensayaron “museos con receta” para aliviar ansiedad post-pandemia: cultura como salud y, de paso, cultura como economía viva.                                                                     Turismo con Propósito: Si el viaje está alineado con metas de salud y con prácticas sostenibles (movilidad suave, gastronomía local, estancias más largas y menos traslados), el resultado es un turismo más responsable, que cuida comunidades y territorio.                                            Ahora bien, ¿cómo aterrizarlo por país?                                                                                                              Estados Unidos. El ecosistema ya existe (ParkRx, Park Rx America, sistemas de salud integrados). La ruta es escala y estandarización: incluir códigos de receta de “tiempo en naturaleza y cultura” en historias clínicas electrónicas, ligarlos a pases de parques, transporte público y listas de actividades prescritas por región; medir resultados con biomarcadores simples (presión arterial, HbA1c, calidad de sueño) y con métricas de bienestar. Un piloto federal con NPS y Medicaid/Medicare en condados prioritarios daría señales claras y evidencia a gran escala.                    Canadá. Con PaRx, el camino está trazado. El siguiente paso es ampliar el alcance: sumar redes de museos, sitios históricos y rutas de cicloturismo, con reembolsos parciales condicionados al cumplimiento de un “itinerario terapéutico” co-diseñado por el paciente (p. ej., 150 minutos semanales de actividad moderada durante el viaje, visitas guiadas de bajo estrés).

Eso mantendría la esencia clínica: no es “vacación”, es tratamiento conductual anclado en el viaje.                                                                                                                                                                       México. Aquí propongo un programa piloto “Recetas de Bienestar Turístico” entre Secretaría de Turismo, IMSS/ISSSTE y gobiernos estatales. Empezar doméstico y regional: Pueblos Mágicos, parques nacionales, rutas del café/cacao, mariposa monarca, ciudades patrimonio y balnearios termales; incluir temazcal con protocolos de seguridad, caminatas interpretativas y talleres artesanales. Clave: accesibilidad económica (cofinanciamiento público-privado, tarifas solidarias), seguridad, y medición de resultados de salud en clínicas familiares. El piloto puede arrancar con docentes, personal de salud y adultos mayores —sectores con alta necesidad de recuperación psicoemocional y capacidad de convertirse en embajadores del programa.                          Otros países europeos. Además del caso sueco, el Reino Unido tiene andamiaje de social prescribing y podría integrar “viajes de cercanía” (staycations activos) en sus rutas verdes; Bélgica ya probó el acceso cultural con receta. La Unión Europea dispone de fondos y marcos para salud y cultura; un sello europeo de “viaje prescrito responsable” ayudaría a garantizar estándares clínicos, de accesibilidad e impacto local.                                                                                                                                         Por supuesto, hay objeciones y deben atenderse:                                                                          Equidad: sin subsidios y diseño inclusivo, la receta de viaje puede convertirse en privilegio. Solución: enfocarlo en viajes de proximidad, transporte público y cupos solidarios; priorizar barrios con menos áreas verdes. (Los propios programas ParkRx subrayan la inequidad de acceso y la necesidad de ampliarla).                                                                                                                                           Huella ambiental: que el viaje prescrito evite el “turismo de salto” y favorezca estancias largas, tren/autobús y proveedores con certificación sostenible; el objetivo es mejorar salud y planeta.                                                                                                                                                                                         Rigor clínico y ética: los médicos deben recibir guías claras (indicaciones, contraindicaciones, frecuencia y duración), así como directorios verificados de actividades y operadores responsables. Evaluación: sin medición no hay política pública. Tableros de resultados (salud, satisfacción, impacto económico local) y estudios comparativos con grupos de control.                                                En síntesis, recetar viajes no es una frivolidad. Es sanidad pública aplicada que, bien diseñada, puede bajar costos sanitarios, elevar el bienestar y activar economías locales. Suecia abrió la conversación con audacia; toca a Norteamérica y a Europa convertir la idea en política pública con método: ciencia, inclusión y sostenibilidad. Si lo hacemos con propósito, la receta no será un lujo, sino un derecho vivible: el de cuidar la salud a través de experiencias que nos reconecten con la naturaleza, la cultura y la comunidad. Ese es el turismo que yo defiendo. Recordemos que: Solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.

JLG.