En Acapulco, todos, absolutamente todos, hemos perdido espacio libre, lo que socialmente se llaman zonas de confort (lugares donde puede uno tener esparcimiento, diversión, actividades en tranquilidad), se han ido reduciendo, a grado tal de que, si uno analiza lo que hace diariamente, verá qué tanto le ha afectado.
El factor económico es primordial, la economía de Acapulco está a años luz de recuperarse.
En la edición pasada nos habíamos preguntado en este editorial, que quiénes supervisaban las obras de todos los niveles de gobierno que se realizan en el puerto, porque distan mucho de que las hayan realizado, algunas, con la calidad que se requiere.
Una fuerte lluvia provocada por la tormenta Nara, que ni si quiera tocó el destino, y no es nada comparada con lo que fue John el año pasado, puso en jaque a la zona Diamante y suburbana de Acapulco hace unos días.
Las imágenes hablan por sí solas. Se nota un abandono grave, por la falta de mantenimiento y que además no se ha logrado convencer a las autoridades de la importancia de invertir en una ingeniería hidráulica de alto nivel para esa parte del municipio. Se desbordó una vez más el río de La Sabana provocando inundaciones que afectaron a cientos o miles de acapulqueños.
Cuando la sociedad y sus representantes deje de buscar tomarse la selfie con el funcionario que se encuentra o considerar ídolos, casi religiosos, a quienes deben de trabajar para crear mejores condiciones a la comunidad, entonces, quizá podríamos pensar que, en Acapulco, iniciaríamos el difícil trabajo de exigir a las autoridades que hagan, simplemente, su trabajo.