Innovar o desaparecer: la ruta hacia el turismo del mañana | Propuestas y Soluciones

Jorge Laurel González

 

El turismo es la industria de la paz.

Archibald MacLeish, (1892 – 1982) poeta y ensayista estadounidense.

 

El turismo siempre ha sido un espejo del mundo. Refleja sus avances, sus tensiones y sus cambios de paradigma. Lo que ayer parecía suficiente, hoy resulta obsoleto. El viajero contemporáneo ya no se guía únicamente por folletos coloridos o recomendaciones de boca en boca: confía en reseñas digitales, exige hiperpersonalización y se mueve entre aplicaciones que le permiten planear y vivir su experiencia en tiempo real.                            En este nuevo escenario, Acapulco no puede conformarse con lo que ya fue. Necesita reinventarse constantemente, con innovación como principio y la calidad como brújula. El destino que no se adapta a las nuevas tendencias corre el riesgo de quedar rezagado, sin importar cuán grande o famoso haya sido en el pasado.                                                                 Hoy hablamos de inteligencia artificial que sugiere itinerarios a la medida, de realidad virtual que permite recorrer un hotel o una playa desde la sala de tu casa, de aplicaciones que convierten el celular en un asistente de viaje personalizado. Estas herramientas ya no son promesas de futuro: son parte del presente.                                    Acapulco debe aprovecharlas para modernizar su oferta. No se trata de sustituir nuestra esencia, sino de potenciarla. La tecnología puede ser un aliado formidable si se usa con inteligencia: para garantizar seguridad, mejorar la comunicación con el visitante, agilizar reservas, anticipar necesidades y reforzar la marca Acapulco en el mundo digital.     Pero la innovación no puede distraernos de lo fundamental: un destino sin seguridad ni infraestructura no puede prosperar. Las carreteras, el transporte, el acceso a internet, el abastecimiento de agua, la limpieza de playas, la calidad del servicio en hoteles y restaurantes son los cimientos sobre los que se edifica cualquier estrategia.                         Ningún viajero recomendará un lugar donde no se sintió seguro o donde la experiencia básica se vio empañada por deficiencias elementales. La innovación debe caminar de la mano con la inversión en infraestructura y con la certeza de que cada turista, desde que llega hasta que se va, vivirá un entorno confiable, eficiente y hospitalario.                     En mi experiencia empresarial, he comprobado que la calidad no es un gasto, sino una inversión. Capacitar al personal, cuidar los detalles, escuchar al cliente, ofrecer más de lo que espera: todo ello construye lealtad y multiplica recomendaciones. En un mundo saturado de opciones, la calidad es el diferenciador más poderoso.

El turismo del mañana no será para quienes tengan más recursos naturales o más presupuesto en promoción, sino para quienes sepan innovar, garantizar seguridad y ofrecer calidad en cada contacto. Ahí está la oportunidad de Acapulco: recuperar su brillo no con nostalgias, sino con visión y audacia.                                                                                      El futuro no se espera, se construye. Y en turismo, eso significa trabajar hoy en las herramientas, estrategias y valores que nos permitan seguir siendo relevantes mañana. Si queremos que Acapulco sea, otra vez, un destino de referencia global, debemos atrevernos a innovar, a invertir en calidad y a ofrecer experiencias inolvidables.                                              Innovar no significa olvidar lo que somos. Al contrario: la verdadera innovación surge cuando sabemos tomar lo mejor de nuestra identidad y proyectarlo con nuevas herramientas. Acapulco tiene un pasado glorioso que puede convertirse en inspiración, pero debe estar acompañado de una visión fresca, que conecte con las expectativas de las nuevas generaciones de viajeros.                                                                                                                      La promoción del destino, por ejemplo, ya no puede depender únicamente de campañas tradicionales. Hoy la narrativa se construye en las redes sociales, en los comentarios de los viajeros, en el contenido generado por los propios visitantes. Cada fotografía compartida, cada reseña positiva, cada historia contada en digital se convierte en publicidad orgánica de un valor incalculable. El reto es crear las condiciones para que esas experiencias sean tan positivas que se multipliquen espontáneamente.                                           No podemos perder de vista que el turismo es, en esencia, una experiencia humana. La tecnología, la infraestructura y la calidad del servicio son imprescindibles, pero nada sustituye la calidez de un trato genuino, la sonrisa de un mesero, la hospitalidad de un recepcionista o la pasión de un guía que ama su tierra. Esa humanidad es, al final del día, el recuerdo más perdurable de un viaje.                                                                                     Por eso, la estrategia de futuro de Acapulco debe integrar tres dimensiones: la innovación tecnológica que nos mantenga competitivos, la inversión en infraestructura y seguridad que garantice confianza, y la calidez humana que convierta a cada visitante en un embajador entusiasta del puerto. Solo con ese equilibrio podremos aspirar a un turismo sostenible, rentable y duradero.                                                                                                       Como dijo Peter Drucker, “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo.” En nuestras manos está decidir si queremos quedarnos anclados en el recuerdo de lo que fuimos, o escribir, desde hoy, la nueva historia de lo que seremos.                                               Recordemos que: solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.

 

JLG.