
RAÚL SÁNCHEZ AGUIRRE
Resulta hecho notorio que una palabra sin significado constituye sonido carente de sentido razonable; así, para la Real Academia Española, la “Palabra” es: “La unidad lingüística, dotada generalmente de significado, que se separa de las demás mediante pausas potenciales en la pronunciación y blancos en la escritura”.
Así, podemos estimar que toda palabra con significado dentro del lenguaje requiere un ejercicio intelectual mínimo para estructurar oraciones dándoles a éstas determinado sentido. Ante ello, es factible comprender cómo dentro de las sociedades los seres humanos nos comunicamos mediante el intercambio de mensajes, cuyo contenido sea propicio para interactuar.
Actualmente es común palpar conflictos mínimos que en muchas ocasiones crecen de manera exorbitante debido al manejo incorrecto de las palabras, donde el ser humano, de raíz, puede solucionarlos mediante el uso de la argumentación debidamente sustentada en razones válidas; empero, se entorpece el diálogo al sustentarse en retórica inexacta. En algunos casos se finaliza diciendo: ¡Ya déjalo así! ¡Ya pasará! ¡Era de esperarse!
La denominada inteligencia artificial (IA) está revolucionando muchas áreas de nuestra vida cotidiana, incluso hasta dialogamos con ella frecuentemente sin percibirlo; verbigracia, cuando hacemos una simple consulta en Google. Al mencionar o escribir el prompt se puede captar información de gran valía, en muchas ocasiones mediante la intervención de los llamados plugins.
Lo que llama la atención es que, cuando pretendemos realizar búsquedas y recibir la información, hacemos un esfuerzo significativo para que nos entienda un sistema digital que probablemente no conocemos pero que, no obstante, deseamos nos entienda para que nos proporcione la información solicitada, o en el mejor de los casos, solucione determinada problemática.
De momento las preguntas que me ocupan son: ¿Por qué nos estamos justificando y esforzando por involucrar en nuestra vida diaria a la inteligencia artificial sabiendo que en muchas ocasiones podríamos estar frente a una o más de sus alucinaciones? ¿Por qué razón evitamos hacer lo mismo con seres humanos? ¿Será que la inteligencia artificial está esperando que nos acostumbremos a venerarla y pronto será ella quien con carácter rígido domine a la humanidad?
Indiscutiblemente, estoy a favor de los avances electrónicos y digitales, puesto que constituyen herramientas prácticamente indispensables para simplificar nuestra vida cotidiana; motivo por el cual, debemos implementar todo tipo de programas que contengan inteligencia artificial que nos produzcan un beneficio significativo.
Al margen de ello, debemos tomar en consideración que la inteligencia artificial se nutre de la información que proporcionan todos los usuarios y datos existentes en las redes; lo que debería encontrarse sustentado en valores y principios universales, de lo contrario, la información recopilada podría sentar un ambiente o contenido riesgoso y lesivo para la humanidad. Como lo refieren Mariano Sigman y Santiago Bilinkis, “la capacidad expresiva, los aciertos y errores de una IA generativa no dependen solo de su estructura de cómputo, sino de cómo nos vinculamos con ella”.
Los aludidos tratadistas refieren: “Lo que ocurre en el marco de una charla con otros seres humanos no es distinto de lo que pasa cuando nos disponemos a conversar con ChatGPT”. Aquí lo importante para lograr un mayor provecho es saber preguntar y con ello los resultados favorables serán extraordinarios.
De tal forma que, en materia de inteligencia artificial, debemos adoptar postura eminentemente socrática, al tener que ser precavidos o minuciosos al momento de formular la aporías o interrogantes; es decir, acertar en las preguntas que se realicen, y para ello requerimos de un esfuerzo intelectual, aunque mínimo, resulta importante aplicarnos para que la comunicación con el sistema sea redituable. De la misma forma, es imprescindible, esforzarnos por entendernos con empatía entre los humanos para mejorar como individuos produciendo un efecto colateral en nuestro entorno.
Deben rescatarse dentro de nuestra sociedad los valores y principios para unirnos como seres humanos pensantes; el luchar por mejorar nuestra resiliencia emocional que estimo de mayor preponderancia para lograr el bien común; de tal forma que, así como vemos y palpamos beneficios evidentes con la inteligencia artificial, la inteligencia emocional debe prevalecer dentro de cualquier persona de bien para lograr una comunicación efectiva.
México requiere de hombres y mujeres con verdaderos principios, así como unión para pugnar con valor cívico, en todo momento, por el respeto a los derechos humanos, fortaleza individual y entendimiento común para mejorar en todos los aspectos como sociedad productiva y proactiva. Si la delincuencia cada vez está más organizada, las personas de bien… ¿por qué no?
