A dos años del Huracán Otis: cómo evitar el “efecto Mateo” en la reconstrucción de Acapulco | Propuestas y Soluciones

Jorge Laurel González

“Porque a todo el que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” — Mateo 25:29 (Reina-Valera 1909)

La madrugada del 25 de octubre de 2023 cambió la historia de Acapulco. Otis tocó tierra como huracán categoría 5, el más intenso que ha impactado nuestro puerto desde que hay registros modernos. Dejó al menos 52 fallecidos y daños estimados entre 12 y 16 mil millones de dólares: el desastre meteorológico más costoso en la historia de México. No es un dato frío: son familias, negocios, empleos, sueños; son calles de siempre que amanecieron irreconocibles. Quienes caminamos la Costera Miguel Alemán al día siguiente sabemos lo que significa ver el mar en silencio y, detrás, un puerto deshecho.                                                                                Escribo estas líneas con el lente del “efecto Mateo”. La idea es sencilla y a la vez incómoda: quien tiene ventajas suele acumular más, y quien parte de desventaja queda rezagado. La expresión toma su nombre de una cita del Evangelio según San Mateo (25:29) y fue popularizada en sociología por Robert K. Merton en 1968 para describir procesos de “ventaja acumulativa” que se refuerzan con el tiempo. En economía y en la vida real, lo vemos todos los días.                                                                                                                                                            En la reconstrucción pos-Otis, el efecto Mateo se manifestó con nitidez. Las grandes cadenas hoteleras, con seguros robustos, acceso inmediato a crédito, departamentos legales y proveedores globales, pudieron organizar peritajes, cobrar indemnizaciones y volver a operar—al menos parcialmente—con mayor rapidez. Los negocios pequeños—hoteles familiares, fondas, cocinas económicas, bares de barrio—dependen de un crédito bancario que tarda o no llega, de un proveedor que también perdió su bodega, de un trabajador que migró temporalmente o de un comedor que no pudo sostener meses de flujo negativo. Se crea así un ciclo peligroso: el visitante vuelve primero donde ya hay servicios; ese ingreso adicional fortalece a los que ya reabrieron; los rezagados, sin flujo ni crédito, tardan todavía más en ponerse al día. El resultado es una recuperación a dos velocidades.                                                                                                                                                        Esa brecha no solo corre entre empresas; corre entre zonas. La cara turística del puerto—la franja costera y los corredores con mejor infraestructura—recibió apoyos tempranos y concentró la inversión pública y privada inicial; al mismo tiempo, colonias populares en laderas o zonas de alto riesgo tardaron en ver mejoras sustantivas por la complejidad de reubicar, mitigar pendientes, reparar drenajes y restituir servicios. Diversos reportes periodísticos y de organismos multilaterales han subrayado esa “doble ciudad” que Otis dejó al descubierto: un frente de bahía que regresa paulatinamente y periferias aún con heridas abiertas.                          La seguridad pública—que nunca es un tema menor en un destino turístico—se volvió, por meses, un freno adicional para el ánimo inversionista y para la reapertura de pequeños negocios. La presencia federal aumentó, sí, pero la violencia y la extorsión no se disipan por decreto. Esto también manda señales que segmentan: quien tiene espalda financiera aguanta meses de incertidumbre; quien vive al día cierra o se muda. El efecto Mateo opera otra vez.                                                                                                                                                    ¿Qué hacemos entonces para que la próxima temporada no confirme el guion bíblico de “al que tiene, más se le dará”? Primero, reconocer lo ya hecho y no empezar de cero: el gobierno federal anunció en noviembre de 2023 un paquete de apoyo a la recuperación; en 2025 se han presentado planes para reactivar el turismo y rehabilitar la bahía. Pero la clave no es solamente el monto, sino el diseño: si los instrumentos no llegan adaptados al perfil del micro y pequeño negocio, la brecha se ensancha.                                 Propongo, desde mi trinchera de hotelero y restaurantero, ocho líneas de acción concretas para evitar ese “efecto Mateo” en la reconstrucción: Crédito oportuno y a medida. Un fondo revolvente de microcréditos con garantías compartidas (gobierno-banca-cámaras) y plazos de gracia reales para la reapertura, condicionado a planes simples de caja y capacitación. Los seguros tardan; el crédito blando llega mañana. Seguro paramétrico para MIPYMES turísticas. Pólizas de pago rápido (por umbrales de viento/lluvia) que inyecten liquidez a negocios pequeños tras el evento. Una indemnización que entra en días evita el cierre definitivo. Compras ancla con “criterios de proximidad”.                                                                                       Hoteles que reabren deben comprometer un porcentaje de compras a proveedores locales (alimentos, lavandería, mantenimiento). Esto baja costos logísticos, acelera encadenamientos y riega liquidez en colonias. Formación exprés para la reapertura. Programas de 40 horas en “finanzas de emergencia”, “mercadotecnia digital” y “operación resiliente” (energía, agua, residuos), con certificación municipal. La brecha digital también es Mateo: quien domina reservas en línea y reputación digital recupera antes. Incentivos fiscales condicionados. Descuentos temporales en ISR/IMSS para MIPYMES que demuestren recuperación de empleos formales, contratación de jóvenes y compras locales auditables. Beneficio a cambio de impacto mensurable. Rehabilitación barrial con enfoque de riesgo. Drenaje, taludes, colectores y cajas de tormenta en colonias vulnerables deben estar arriba en la lista. La infraestructura “invisible” es la que define si un negocio reabre o si la próxima lluvia lo cierra de nuevo. Mesa de seguridad para el comercio de barrio. Canales discretos de denuncia y protocolos de reacción rápida contra la extorsión, con participación de cámaras empresariales y sociedad civil. Sin seguridad, no hay inversión; sin inversión, no hay empleo; sin empleo, hay más inseguridad. Marca-Acapulco compartida. Campañas de promoción que integren a los pequeños: circuitos gastronómicos de colonias, rutas de oficios, ferias de proveedores, festivales culturales en espacios recuperados. La UNESCO ha mostrado cómo la cultura acelera la recomposición del tejido social; sumemos esa evidencia al corazón de la estrategia.                                                                                                                           Estas líneas de acción requieren coordinación genuina. ¿Quién toca la batuta? Propongo un Consejo de Recuperación Turística Inclusiva con silla y voz para hoteleros grandes y pequeños, restauranteros, transportistas, artesanos, universidades, colectivos culturales y autoridades de los tres niveles. No un nuevo membrete: un espacio con metas trimestrales, tablero público de indicadores y decisiones vinculantes sobre obra, crédito, capacitación y promoción. En otras palabras, un mecanismo para que la política pública deje de ser neutra ante el efecto Mateo y se convierta, deliberadamente, en su contrapeso.                                                           Desde el sector privado también debemos mover fichas. Comprometo públicamente—y sé que muchos colegas están dispuestos a hacerlo—cuatro metas medibles para los próximos 12 meses: (a) 30% de compras a proveedores de colonias populares del municipio; (b) recuperación del empleo femenino a niveles pre-Otis en mis establecimientos; (c) cero tolerancia a la informalidad laboral y a la “normalización” de pagos ilegales; (d) mentoría gratuita para al menos cinco negocios vecinos (contabilidad básica, costos, marketing). Si cada empresa “ancla” adopta a un puñado de pequeños, convertimos privilegio en plataforma.                  No perdamos de vista el contexto climático. Otis fue, además de devastador, una lección de intensificación rápida: en horas pasó de tormenta a categoría 5. Esa nueva normalidad exige rediseñar la preparación empresarial, los protocolos de protección civil y los modelos de seguro. Planear como si el último huracán fuera la vara del futuro sería—otra vez—condenar a los mismos de siempre a perder lo poco que tienen.                                                                                                                                                                                      Acapulco ha resistido crisis económicas, terremotos, huracanes, cambios de moda turística y ciclos de violencia. Pero la resiliencia no es aguantar: es aprender y cambiar. El “efecto Mateo” no es una profecía inevitable; es una advertencia. La cita bíblica que le da nombre—“al que tiene se le dará más…”—no es una política pública. Nuestra responsabilidad, como autoridad, como empresarios y como comunidad, es construir reglas que inviertan la lógica: que al que menos tiene se le garantice, primero, un piso parejo para competir. Eso significa crédito que llega, infraestructura que protege, seguridad que cuida, formación que eleva, promoción que incluye y cadenas de valor que no dejen a nadie fuera.                                                                A dos años de Otis, no basta con aplaudir lo que ya se abrió ni con lamentar lo que sigue cerrado. Toca decidir si queremos un Acapulco de élites blindadas y periferias frágiles, o un puerto que presume su bahía porque detrás hay barrios que también son orgullo. La buena noticia es que no hay que elegir entre eficiencia y justicia: los destinos que mejor reparten los beneficios son también los que más crecen y duran. Hagámoslo juntos—con metas, con datos, con corazón.                                                                                                          Recordemos que Solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.                                            JLG